"Los periódicos se hacen, en primer lugar, para que los lean los periodistas; luego los banqueros; más tarde, para que el poder tiemble y, por último e inexistente término, para que los hojee el público." Antonio Fraguas, "Forges", humorista español. * "Una prensa libre podrá ser buena o mala, pero sin libertad la prensa siempre es mala." Albert Camus, escritor francés. * "La literatura es el arte de escribir algo que se lee dos veces; el periodismo, el de escribir algo que se lee una vez." Cyril Connolly, escritor británico *







domingo, 19 de septiembre de 2010


DIRECCIÓN GENERAL DEL ALMA
TOMÁS VAL
"EL NORTE DE CASTILLA", 17-9-2010


Defender la alegría. Se murió Mario Benedetti no hace tanto; tampoco hace tanto, aunque nos parezca una eternidad. Los muertos que fueron vivos imprescindibles viajan siempre en alta velocidad, nuestras memorias se quedan en el andén diciendo adiós, prometiendo un recuerdo que se ha disipado en la primera curva que toma la barca de Caronte.
Defender la alegría, gritaba Mario en las plazas abarrotadas de jóvenes cuando daba esos recitales multitudinarios. Él era un hombre triste, un exiliado eterno. Hizo hermosos versos. Una mujer desnuda es un enigma y siempre es una fiesta descifrarlo. Defender la alegría. ¿Cuánto hace que nadie la defiende? El mundo es cada vez más oscuro, más triste, más inquietante. Vivir es cada vez más difícil y entiendo el acto de vivir como un oficio, como un proceso de aprendizaje, como algo que puede desaprenderse o no adquirir nunca.
La mayor causa de muerte no natural en España es el suicidio. Más de tres mil personas se quitan la vida cada año. Hasta no hace mucho, cuando más a menudo nos visitaba la muerte era en las carreteras, nos matábamos en las cunetas, en los cruces, en las autovías… Pero esas muertes no son baratas. Más allá de las tragedias familiares, del insoportable derroche vital que eso supone, hay mucho dinero en juego. Compañías de seguros, indemnizaciones, costosos tratamientos médicos, lesiones permanentes, pensiones… Son muertes ruidosas las de la carretera mientras que las de los suicidas son silenciosas, clandestinas, baratas… Por eso nadie se decide a defender la alegría; no hay una Dirección General del Alma -como la Dirección General de Tráfico- que se imponga como tarea urgente disminuir esos accidentes mortales que acarrea la tristeza. Alfredo Pérez Rubalcaba, ministro del Interior, nos fríe a multas si no nos ponemos el cinturón de seguridad, si sobrepasamos los límites de velocidad, si excedemos el límite de alcohol… Tres mil suicidas al año pero no hay un ministerio de la vida, un encargado político de advertir a sus colegas que están entristeciendo la existencia; que diez personas diarias suspenden en el oficio de vivir y se buscan la muerte con sus propias manos.
Puede dar la impresión de que son menos. Por seguir con la comparación con las víctimas de tráfico, todos tenemos cerca algún muerto en la carretera, pero nos da la impresión de que el suicidio es algo lejano, perteneciente a otras latitudes. Son desapariciones discretas, casi vergonzosas, que se mantienen ocultas porque la tristeza, la incapacidad para vivir, es como la peste, la lepra… Ya sé que ver y oír a un triste enfada, afirmaba otro gran poeta, también olvidado.
Me atrevo a reclamar, desde aquí, la presencia de esa legión de fugados para exigir a quien corresponda que destinen fondos a arreglar las carreteras del alma. Que dejen de entristecer la vida a la gente. Que promulguen la esperanza. Que abandonen ese empeño de pintar de gris casi negro el mundo. Que si en las escuelas existe la asignatura de educación vial, creen también la de educación vital. La mayor causa de muerte no debida a enfermedad, aunque qué mayor enfermedad que la de no aprender a vivir. Defender la alegría, no abrir esas trincheras de desesperanza que nos rodean y que amenazan con tragarnos a todos.

TOMÁS VAL es periodista.

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