"Los periódicos se hacen, en primer lugar, para que los lean los periodistas; luego los banqueros; más tarde, para que el poder tiemble y, por último e inexistente término, para que los hojee el público." Antonio Fraguas, "Forges", humorista español. * "Una prensa libre podrá ser buena o mala, pero sin libertad la prensa siempre es mala." Albert Camus, escritor francés. * "La literatura es el arte de escribir algo que se lee dos veces; el periodismo, el de escribir algo que se lee una vez." Cyril Connolly, escritor británico *







sábado, 10 de septiembre de 2011

ELOGIO DE LOS POLÍTICOS


PILAR RAHOLA

LA VANGUARDIA, 10-9-2011


Consciente de que el deporte nacional es darle en el cogote a los políticos, también soy consciente de lo contracorriente de este artículo. No hay nada que nos produzca un babeo más placentero que el decir que los políticos son unos arribistas, metidos en política para medrar, y cuyo único objetivo es ser ricos a costa del sufrido pueblo.

Este mantra repetido hasta la saciedad, está en la base del desprecio que los ciudadanos sienten hacia sus representantes públicos, y, por tanto del descrédito general que sufre la política. Por supuesto es cierto que los abusos que han perpetrado algunos políticos no han ayudado a potenciar la confianza mutua. Y también lo es que el sistema de listas cerradas no escoge a los mejores de cada casa, sino, a menudo, a los que saben moverse en las aguas opacas y revueltas de los partidos políticos. Es decir, no siempre llega el que vale, sino el que saber pelotear, zigzaguear, complotear y mantenerse siempre amigo del compañero líder. Culpas haylas, y no podemos tardar mucho en democratizar a los partidos democráticos, cuyos mecanismos internos distan mucho de ser justamente democráticos. Pero a pesar de esos pesares y culpas, el gusto por despreciar a los representantes públicos va más allá de sus errores, y arraiga en una sociedad que vivió cuarenta años de dictadura y que aún no ha madurado en su relación con las instituciones que los representan. El político es el pato de la feria, y cualquiera que dispara gana un peluche en toda reunión que se precie. Si además se hacen públicos sus bienes y podemos darle a la moviola con la hípica de Bono, o el gusto por comprar pisos de Ridao (¡qué frenesí!), o quién gana en el ranking de sus ahorrillos, entonces el babeo se vuelve orgásmico. Sin embargo, todo esto me parece innecesario y populista, y no sirve para otra cosa que para la comidilla de patio.

Personalmente no necesito saber cuánto dinero tiene Rajoy o Rubalcaba, lo que necesito es tener la seguridad de que su patrimonio no nace de forma ilícita. Y no necesito saberlo primero, porque como decía ayer Enric Juliana, la transparencia es otra cosa y tiene más que ver con determinadas operaciones de gran vuelo económico, que no con los bienes de los diputados. Y segundo, porque personalmente no me escandalizo si el patrimonio es abultado. Al contrario, no me molestaría que hubiera auténticos ricos en la política, si son grandes profesionales, porque el axioma pobre igual a honesto, me parece un cuento chino. Depende, que en todas las casas cuecen habas. Ricos, medios o pobres, lo importante es que la política tenga prestigio y lleguen a ella los mejores profesionales porque serán los que elaborarán las leyes que nos rigen. La política es demasiado importante para dejarla en manos de cualquiera, y ese es el quid. No los ahorros que tenga, sino la capacidad que demuestra para representarnos.

PILAR RAHOLA es periodista y fue diputada en el Congreso.

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